
Según el líder de la Iglesia ortodoxa, este delito se dirige a la "destrucción de la armonía interétnica e interreligiosa, la intimidación de los ciudadanos del país" y se ha convertido en un desafío a la sociedad keniana y al mundo.
"Espero que el gobierno estatal encabezado por usted haga todo lo posible para impedir que esto no vuelva a ocurrir", dijo el patriarca.