
Los choques entre fuerzas de seguridad y manifestantes se desencadenaron cerca del mediodía local, cuando la Policía intentó detener una marcha del grupo integrista suní Ahle Sunnat Wal Jamat (ASWJ), dijo un responsable policial de Kohat, Wajid Alí.
"Algunos manifestantes abrieron fuego contra los agentes, que respondieron los disparos", afirmó Alí, quien añadió que el Ejército se he desplegado en la ciudad y que se ha impuesto el toque de queda para prevenir más enfrentamientos.
Pakistán se halla en estado de alerta tras los choques entre fieles suníes y chiíes que el viernes costaron la vida a diez personas en la ciudad de Rawalpindi, vecina a Islamabad, y en los que perdieron la vida varios miembros de una madraza suní.
El enfrentamiento del viernes se inició cuando desde los altavoces de la madraza se lanzaron frases ofensivas contra los miles de fieles que participaban en las tradicionales procesiones que los chiíes celebran por esta fechas.
El rifirrafe desembocó en la muerte de diez personas, según confirmó un responsable de la Policía de Rawalpindi, que no quiso desvelar cuántos de ellos eran suníes, aunque vecinos del lugar aseguraron que la mayoría pertenecían a esta corriente.
Las autoridades impusieron el toque de queda en varias zonas de Rawalpindi y se han extremado las medidas de seguridad en las principales ciudades del país en previsión de posibles represalias de grupos armados suníes, muy activos en el país asiático.
En las redes sociales y desde muchas mezquitas se han hecho correr versiones en las que se habla de medio centenar de muertos suníes, y el Gobierno, según medios locales, ha tomado medidas para evitar que se propaguen mensajes sectarios en foros como Facebook y Twitter.
A pesar de que la violencia sectaria está en alza en Pakistán (el año pasado murieron más de 500 personas en choques entre comunidades religiosas), las víctimas son en casi todos los casos de la minoría chií, que engloba a cerca del 20 % de los paquistaníes. EFE