La violencia de la capital de la República Centroafricana se extiende por el país

Las milicias cristianas de autodefensa, conocidas como 'anti-balaka', ocuparon ayer la ciudad centroafricana de Bossangoa, situada a unos 350 kilómetros de la capital, y en cuya misión católica unas 40.000 personas habían buscado protección después de huir de los guerrilleros de la Séléka, la milicia que ahora ocupa el poder en la República Centroafricana. Fuentes de la cooperación española aseguran que en la conquista de Bossangoa perdió la vida un militar de las fuerzas multinacionales, víctima de balas perdidas. La mayor preocupación radica ahora en la posibilidad de enfrentamientos entre los rebeldes y los cascos azules, que protegen instalaciones de Naciones Unidas. Los mismos portavoces aseguran que alrededor de veinte miembros de la alianza progubernamental resisten aún en el interior de la población.
Los disparos fueron frecuentes a lo largo de la noche en Bangui, la capital del país. Las fuerzas francesas respondieron al ataque de hombres armados que circulaban en una camioneta y mataron a todos los agresores. La mezquita del barrio PK5 ya reúne unos 130 cadáveres traídos desde las comunidades de Boy Rabe, Boeing y Fouh, escenarios de la mayor represión contra los musulmanes, mientras que las morgues de los centros sanitarios acogen a las víctimas de la feroz revancha que los guerrilleros islamistas llevaron a cabo tras aplastar el ataque de partidarios del expresidente Bozizé.
Jaime Moreno, director del Servicio Jesuita a los Refugiados en la República Centroafricana, ha contabilizado cincuenta muertos tan sólo en el Hospital Communautaire y sospecha que el número real de bajas es mucho mayor del que se ha informado hasta ahora. De hecho, la Cruz Roja ofreció anoche el dato de 281 fallecidos en Bangui.
Aviones presumiblemente franceses sobrevolaban ayer la capital justo cuando se declaraba el toque de queda. «Las calles permanecen desiertas, nadie se mueve, aunque circulan rumores de otro ataque de los antiguos guardias», explica. Los miles de acogidos en las parroquias, la sede del arzobispado y el monasterio Marie Mére du Verbe sólo abandonan los recintos para hacerse con víveres.
Tanques y callejuelas
La noche es el momento propicio para los robos, secuestros y asesinatos. Las patrullas de los soldados galos no resultan efectivas, a su juicio. «Circulan en tanques con ruedas por las principales vías, lo que impediría el asalto al Palacio Presidencial o la televisión, pero no entran en las callejuelas», explica. «Puede haber matanzas a cien metros y nadie se entera porque únicamente es posible entrar en estas zonas a pie».
La llegada de militares galos procedentes de una base que la antigua metrópoli tiene en Gabón supone la primera aportación de la denominada 'Operación Sangaris', que prevé el despliegue de 1.200 soldados franceses con el respaldo de Naciones Unidas. Según el presidente François Hollande, su actuación será breve y de carácter humanitario, y habrán de ser reemplazados por un contingente multinacional africano. En cualquier caso, la efectividad resulta discutible siquiera en la capital. «Es muy difícil controlar esta ciudad, muy extensa, donde no hay edificios en altura», arguye Moreno.