La lucha religiosa desangra Bangui

Cincuenta y cuatro cadáveres aparecen alineados en el interior de la mezquita del barrio PK5, situado en el centro de Bangui, mientras que otros veinticinco yacen esparcidos en las calles cercanas. En la misma ciudad, cada una de la dieciséis parroquias católicas y el recinto del arzobispado acogen a medio millar de cristianos que buscan protección por temor a la probable revancha de Séléka, la milicia musulmana. La violencia entre seguidores de ambas confesiones estalló ayer tras los enfrentamientos entre partidarios del depuesto presidente Bozizé y las milicias que controlan la República Centroafricana desde marzo. La lucha, que abrió la antigua guardia presidencial, comenzó a las 4.30 horas locales de la madrugada del jueves y se prolongó hasta las 9.00, con derrota de los insurrectos. «La situación es muy mala», aseguran expatriados españoles en la capital centroafricana. «Corremos peligro, ya que resulta imposible saber lo que puede ocurrir».
No hay cifras fiables del número de víctimas generadas tanto por los combates como por los actos de venganza, aunque se especula con un elevado número. Médicos sin Fronteras habla de 90 heridos, setenta graves, tratados en los hospitales donde presta servicios, y cincuenta cadáveres trasladados directamente a las respectivas morgues, mientras que la oficina local de Naciones Unidas proporcionó un primer balance de cien bajas. El toque de queda entre las 18.00 horas y las seis de la mañana, dictado por las autoridades, no parece garantizar la seguridad. «A lo largo de la noche se pueden producir nuevas masacres y también es cuando los asaltantes aprovechan para robar», advierten los cooperantes.
Los machetes protagonizan las matanzas a cargo de los 'anti-balaka', presuntamente aliados de las fuerzas alzadas, mejor pertrechadas. «No se sabe de dónde proceden los antiguos guardias, tal vez estaban escondidos en la ciudad o han llegado del vecino Congo», explican. «Tras hacerse con el poder, los Séléka persiguieron a los antiguos soldados de Bozizé y solían arrojar sus cadáveres al río Ubangui».
Los guerrilleros islamistas también han contado con el apoyo de correligionarios que portaban armas blancas. «Nos han llamado estudiantes desde comunidades rodeadas por estos milicianos, que amenazaban con el exterminio de todos los moradores».
Respaldo de la ONU
Los primeros ataques provinieron del barrio de Boy Rabe, feudo del exmandatario, y saltaron a Kasai, donde fueron incendiadas dos mezquitas, y Ngaragba, con combatientes buscando la dirección de los hogares musulmanes. La inseguridad y las constantes violaciones de los derechos humanos son la tónica cotidiana de Bangui, con más de 600.000 habitantes, desde que fue tomada por la coalición dirigida por Michel Djotodia el 24 de marzo.
La alianza de fuerzas rebeldes hoy en el poder contó con el apoyo de extremistas islámicos de Chad y Sudán, y en los últimos nueve meses viene impulsando el sectarismo religioso con su permisividad hacia la opresión sufrida por la mayoría cristiana.
Aunque el Gobierno achaca la aparición de las autodefensas a la influencia del antiguo gobernante, esta respuesta se antoja vinculada a los constantes abusos ejercidos por los guerrilleros que no se han incorporado al Ejército y que, desde la absoluta impunidad, buscan en el robo una forma de supervivencia.