La yihad europea se acelera en Siria

“Habría podido ganarse la vida con el fútbol”. Thomas Hengen, último entrenador de Burak Karan en Aquisgrán (Alemania), expresaba en noviembre al diario Bild su desconcierto al conocer la muerte, el 11 de octubre, a los 26 años, de uno de los mejores jugadores que había pasado por su cancha. El joven alemán de origen turco murió en Azaz, en el norte de Siria, contra cuyo régimen había ido a luchar.


Desde Aquigrán hasta Vilvoorde, en las afueras de Bruselas, pasando por Southsea (Reino Unido), Europa está salpicada de familias en las que un miembro desapareció un buen día y no volvió a llamar hasta que llegó a Turquía o incluso a Siria. Son generalmente musulmanas, pero también las hay de otras confesiones como Jolanda de Neijs, una mujer de Arnhem (Países Bajos) que el mes pasado apareció llorando en televisión porque su hijo, de 18 años, había sido reclutado por una red yihadista.

“Estaba muy afectado por las imágenes de niños víctimas del gas sarín”, declaró la madre ante las cámaras describiendo el estado de ánimo de su hijo. “Estaba irritado porque nadie parecía dispuesto a ir a socorrerles”, añadió. Por compasión, por convicción religiosa o porque están en busca de ideales entre 1.500 y 2.000 europeos han viajado desde esta primavera a Siria para sumarse a los rebeldes, según indicaron la semana pasada los ministros francés, Manuel Valls, y belga, Joëlle Milquet, en una rueda de prensa. En los últimos seis meses el flujo se ha triplicado (en 2012 se calculaban unos 600). El 80% son musulmanes y el resto se convirtió recientemente, según Valls.

El grueso de estos jóvenes no se ha incorporado al moderado Ejército Sirio Libre (ESL) sino al Frente al Nusra, la rama siria de Al Qaeda, o al Estado Islámico de Siria y del Levante, el brazo iraquí de Al Qaeda que cruzó hace meses la frontera para operar en el vecino occidental. De los 42 jóvenes que salieron de España rumbo a Siria desde la primavera de 2012, al menos 17 partieron con la intención de afiliarse a grupos radicales, según un estudio que acaban de presentar los investigadores Fernando Reinares y Carola García-Calvo del Real Instituto Elcano.

Los yihadistas que residían en Europa representan un 18% del total de los combatientes que se han desplazado a Siria, según el Centro Internacional de Estudio de la Radicalización (ICSR, según sus iniciales en inglés) de Londres. Habrían sido muchos más si Turquía no hubiese expulsado, en los once primeros meses del año, a 1.100 europeos que estaban camino de Siria, según el diario turco Haberturk.

El centro londinense calcula que hasta 11.000 combatientes no sirios han luchado en Siria desde 2011. Entre los árabes libios y tunecinos son los más numerosos. Entre los europeos abundan los británicos, franceses, alemanes, belgas, holandeses. En relación a la población de sus países, bosnios y daneses son los más numerosos. El régimen de Bachar el Asad ha recibido, por su parte, el apoyo de la milicia chií libanesa Hezbolá, de voluntarios iraquíes y de instructores militares iraníes. Las estimaciones sobre su número oscilan entre 5.000 y 15.000.

El desembarco de los yihadistas y las generosas ayudas que les hacen llegar magnates árabes del Golfo ha cambiado recientemente la relación de fuerzas sobre el terreno. Los moderados del ESL ya no son la milicia predominante. El investigador australiano David Kilcullen afirmó a principios de mes, en un coloquio organizado por la Fundacion Jamestown, que en Siria había ahora 45.000 yihadistas, el doble de los combatientes que los talibanes pudieron alinear en Afganistán.

“Cuando llegué [a Siria en marzo de 2012] vi que la gente fumaba”. “Muchos se afeitaban la barba en lugar de dejarla crecer”. “Escuchaban canciones”. “Me pregunté donde había desembarcado”. Omar al Shishani, originario de Chechenia y jefe militar de la rama iraquí de Al Qaeda que opera en Siria, confesaba su perplejidad en el primer número de la revista electrónica Sana al Cham que publicó, en noviembre, la organización terrorista en la que milita. En las zonas bajo su control ahora impone la sharia (ley islámica).

Desde que llegó Al Shishani la situación ha cambiado. “La oposición [siria] a la que respaldamos pasa por graves dificultades”, reconocía el lunes Laurent Fabius, ministro francés de Asuntos Exteriores. Sus problemas se agravarán después de que EE UU y el Reino Unido decidieran, el 11 de diciembre, suspender la ayuda no letal (chalecos antibalas, material de visión nocturna, cascos etcétera) que proporcionaban al ESL. La depositaba en un almacén del norte de Siria del que se apoderaron los yihadistas. Fue uno de los numerosos choques que salpican la relación entre moderados y radicales.

A ojos de los occidentales la nueva correlación de fuerzas preocupa por varios motivos. Primero parte de Siria se está convirtiendo en un santuario de Al Qaeda y grupos afines como lo fue en su día Afganistán. Yihadistas de Siria y del Magreb parecen además haber alcanzado acuerdos de colaboración en una reunión secreta celebrada en septiembre en Bengasi, según desveló el diario alemán Welt am Sonntag. Parte de los combatientes tunecinos en Siria volverían a su país.

Pero el regreso que más inquieta en el Viejo Continente es el de los europeos que salgan de Siria con vida, malas intenciones y además una sólida experiencia bélica. “Nuestro temor es que, a medida que pasa el tiempo (…) nuestros ciudadanos sean aún más peligrosos de lo que lo son hoy en día”, advertía el ministro Valls. La ministra italiana de Exteriores, Emma Bonino, cree que el proceso ya está en marcha. “Sospechamos de la presencia de elementos yihadistas y de miembros de Al Qaeda entre los migrantes” que tratan de cruzar a Libia a Europa, declaró en noviembre.

En el caso de España el número de excombatientes que regresen será tan pequeño que no supone, en principio, un gran peligro. El riesgo está más bien en el de los retornados marroquíes que podrían tratar de perpetrar atentados en su propio país o en el vecino del norte. Entre 900 y mil marroquíes se marcharon a Siria a luchar y buena parte de ellos son originarios de Tánger, Tetúan y Castillos, las ciudades cercanas a Ceuta. Del rastreo de las webs yihadistas, en las que se anuncian las muertos de los combatientes, se calcula que casi la mitad (412), habrían fallecido.

El caso que más estremece a académicos y policías que sigue el itinerario de los marroquíes es el de Ahmed al Sharaa, un quincuagenario de Larache, que se llevó a sus cinco hijos a hacer la yihad. El pequeño, Osama, solo tiene 13 años.

“Los servicios de seguridad europeos hacen bien en estar preparados, pero es posible que sus pronósticos tremendistas no se cumplan”, señala un experto que en su día asesoró en Afganistán a varios gobiernos europeos. “Después de Irak también se anunció un regreso de yihadistas deseosos de ajustar cuentas en sus países de origen, pero nada de eso sucedió”, concluye.
ElPais