Nunca compadezcas a una persona cuya situación te hace concluir que Dios la está tratando duro. Él es más tierno de lo que nos podemos imaginar, y de vez en cuando nos da la oportunidad de tratar con firmeza a alguien para que Él pueda ser visto como el ser más tierno. Si una persona no puede acercarse a Dios, es porque no está dispuesta a renunciar a algo secreto. Puede admitir su pecado, pero sus intenciones de dejarlo no son mayores que las que tiene de volar. Como es imposible tratar de manera compasiva a ese tipo de personas, debemos llegar muy profundo, a la misma raíz del problema, lo cual puede causar antagonismo y resentimiento contra el mensaje. La gente quiere las bendiciones de Dios, pero no tolera lo que la hiere en carne viva y la lleva a enfrentar el problema central.
Si Dios ha hecho su voluntad en ti, tu mensaje como siervo de Él debe insistir sin piedad en el único objetivo de llegar a la raíz del problema. De lo contrario, no habrá sanidad. Debemos hacerle entender el mensaje a la gente de una forma tal que no haya excusa posible para no aplicarlo. Empieza a tratar con las personas en la posición donde se encuentren, hasta que logres hacerles comprender su verdadera necesidad. Luego mantén en alto el patrón de Jesucristo para sus vidas. Quizá su respuesta sea: "¡Nunca podré ser así!"Pero insiste con firmeza: "Jesucristo dice que debes serlo". "¿Pero cómo?" "No podrás a menos que tengas un nuevo Espíritu" (ver Luc_11:13).
Antes de que tu mensaje sea de alguna utilidad, debe existir un sentido de necesidad. Miles de personas aseguran que son felices sin Dios en este mundo. Pero si pudiéramos ser verdaderamente felices y rectos sin Jesús, entonces ¿porqué vino? Él vino porque esa clase de paz y felicidad es superficial. Jesucristo vino a traer espada sobre toda paz que no esté fundamentada en la relación personal con ÉL.