Las aguas andan revueltas en el Mar de China y nada como agitar los fantasmas del pasado para encrespar aún más los ánimos. Eso es lo que ha conseguido el primer ministro japonés Shinzo Abe con su visita al santuario de Yasukuni, controvertido testimonio del violento pasado de la región. Como en otros lugares del planeta, la memoria no es unívoca en el Asia oriental y sí fuente de polémica.
Los Gobiernos de China y Corea del Sur han protestado enérgicamente por la visita de Abe a un lugar que consideran apologético del agresivo militarismo japonés de la primera mitad del siglo XX. No es la primera vez. Yasukuni significa cosas muy distintas para según quién.
¿Qué es exactamente y qué conmemora el controvertido templo?
El santuario de Yasukuni, ubicado en Chiyoda, un barrio de Tokio, fue fundado en 1869 en memoria de los caídos en la Guerra Boshin, la contienda civil que condujo a la Restauración Meiji, la época que sentaría las bases del Japón moderno, industrializado y abierto a la influencia occidental de la actualidad. El recinto recibió en un primer momento el nombre de Shokonsha, pero diez años después de su nacimiento, según se explica en su página web, fue rebautizado como Yasukuni por voluntad del emperador Meiji, que expresaba con el nuevo nombre su deseo de preservar la paz de la nación. Con el paso de los años fueron añadiéndose a su Libro de las Almas los nombres de los militares muertos en las devastadoras guerras que marcarían la contemporaneidad nipona, las que el país del sol naciente libró contra Rusia y contra China, y la Segunda Guerra Mundial. Son en total casi dos millones y medio de espíritus a los que se pretende dar un lugar de residencia permanente de acuerdo a las creencias del sintoísmo.
¿Por qué Yasukuni ofende tanto a China y otros países del área?
Para China y Corea del Sur, Yasukuni es un recordatorio de la sangrienta ocupación japonesa en sus territorios durante la Segunda Guerra Mundial. Según denuncian sus detractores, en el santuario se hace una reconstrucción del pasado que descarga de responsabilidad a Japón por aquella época negra de la historia, una mistificación para unos países que todavía recuerdan vivamente el coste que para ellos tuvo el expansionismo de su vecino. Pero lo más lacerante para Pekín y Seúl es el hecho de que entre los combatientes glorificados en Yasukuni figuren más de un millar de destacados criminales de guerra. Entre ellos destaca el nombre del general Hideki Tojo, responsable de la invasión japonesa del territorio chino de Manchuria y primer ministro y máximo mando militar japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Al terminar esta, Tojo fue condenado y ejecutado por un tribunal internacional junto a otros miembros de la cúpula gubernamental japonesa por las atrocidades cometidas durante la contienda.
¿Por qué se considera un desafío la visita de Abe?
Hacía siete años que un primer ministro japonés no visitaba Yasukuni. El último fue Junichiro Koizumi en 2006. Aunque Tokio ha asegurado que la visita de Abe no ha sido oficial, sino personal, a nadie se le escapa que llega en un contexto de tensión creciente. Las disputas territoriales en el Mar de China han subido de temperatura después de que China declarase unilateralmente una zona de identificación aérea bajo su control. Japón ha respondido con el anuncio de un notable incremento de su gasto militar, que quiebra la línea pacifista que mantiene desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El litigio también envuelve a los Estados Unidos, principal aliado de Tokio, que ordenó a dos bombarderos B-52 sobrevolar la zona, en un claro reto a la decisión de Pekín, y que hace pocos días vio como uno de sus destructores tenía que realizar una maniobra evasiva para no chocar con un buque chino. En este escenario, la foto de Abe en Yasukuni pretende mostrar una imgen de firmeza frente al poder chino, un mensaje que está dirigido tanto a Pekín como a las bases electorales de su Partido más sensibles a los guiños nacionalistas.
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