La histórica cita de la Conferencia de Madrid (1991) marcó el principio del entendimiento entre árabes e israelíes después de más de medio siglo en estado de guerra, y donde por primera vez se aceptó la fórmula de "paz por territorios" como base para futuras conversaciones.
En las cumbres posteriores se trataron de forma somera o simplemente se obviaron los temas espinosos: la capitalidad de Jerusalén que reivindican ambos pueblos, el retorno de los refugiados palestinos (alrededor de 5 millones) a su tierra o la vuelta a las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días (1967) y que la parte palestina plantea como un requisito inexcusable. En este conflicto, Israel conquistó, entre otros territorios, Gaza y Cisjordania además de la parte este de Jerusalén, sobre los que se establecería el futuro estado palestino.
Por otra parte, la violencia desatada por ambas partes (dos Intifadas, los atentados palestinos suicidas, las operaciones militares israelíes en Gaza, el muro de separación construido por Israel en Cisjordania para evitar atentados y la imparable ampliación de los asentamientos judíos en territorio palestino) ha debilitado el proceso de paz que ahora trata de reavivar el secretario de Estado estadounidense, John Kerry.
Después de la Conferencia de Madrid (30 octubre-3 noviembre de 1991), se empezó secretamente en Oslo, en 1992, el diálogo directo entre las dos partes y el 13 de septiembre de 1993, el entonces primer ministro laborista de Israel, Isaac Rabin, y el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yaser Arafat, pusieron los primeros cimientos de la paz con la firma en Washington de la llamada Declaración de Principios que otorgaría la autonomía para Gaza y Jericó.
La primera patria palestina, en la forma de una autonomía, debería haberse puesto en marcha dos meses más tarde, lo que no fue así. Con bastante retraso sobre el calendario previsto, fueron cumpliéndose las condiciones del pacto pero el objetivo final de un estado palestino al lado de Israel en cinco años nunca se cumplió. El descarrilamiento del proceso de Oslo lo provocaron desde su mismo comienzo los extremistas de ambos pueblos: el nacionalismo judío colonizador de un lado (principalmente la masacre de Hebrón en 1994 y el asesinato de Isaac Rabin en 1995) y los movimientos islamistas palestinos del otro (primera ola de atentados suicidas en las calles israelíes entre 1994 y 1996).
La victoria del primer ministro derechista Benjamín Netanyahu en las elecciones israelíes de 1996 y su decisión de construir la colonia de Har Homá, al sureste de Jerusalén, ralentizaron de forma extrema las negociaciones y acabaron por enturbiar el ambiente político.
El último acuerdo representativo (octubre de 1998) se firmó bajo fuertes presiones en la localidad norteamericana de Wye Plantation, bajo mediación de Bill Clinton entre Netanyahu y Yaser Arafat, e incluía una nueva retirada israelí del 13,1 por ciento de Cisjordania, a cambio de mayores garantías de seguridad para Israel.
Las demás cumbres abandonaron la fórmula de acuerdos parciales e intentaron recuperar la paz mediante una solución global a todas las reclamaciones mutuas. Camp David II, en 2000, que también patrocinó Clinton, aunque esta vez el interlocutor israelí fue el laborista Ehud Barak, terminó en fracaso al estallar la segunda Intifada, en septiembre de ese año. Sin embargo, nunca antes se había estado más cerca que en esta ocasión de la paz, cuando -según algunos medios de prensa- Barak ofreció a Arafat un 90 por ciento de Cisjordania para un Estado independiente recibiendo compensaciones con tierras dentro del Estado judío por el 10 por ciento restante que sería anexado por Israel.
A cambio, Barak exigió mantener la soberanía plena sobre Jerusalén si bien le cedía un control de los lugares santos islámicos de la ciudad, puntos estos inaceptables para los palestinos, junto con el derecho a retorno de los refugiados, que Israel rechazó en este último caso por el impacto demográfico que tendría para su carácter de Estado judío. Otro nuevo intento se produjo en Taba (Egipto) en 2001, que fracasó mientras se agudizaba la violencia de la Segunda Intifada.
Cinco años de violencia, con más de 5.000 muertos en lado palestino y más de 1.000 en el israelí, tumbaron toda posibilidad de diálogo hasta 2007, cuando el presidente George W. Bush convocó la cumbre de Annápolis, ya sin la presencia de Arafat que había fallecido en 2004 y fue sustituido por el más moderado Mahmud Abas.
El proceso, en el que Abás consiguió entenderse con el primer ministro israelí Ehud Olmert, llegó a su fin con la operación israelí "Plomo Fundido" en Gaza, en la que murieron más de 1.000 palestinos. El siguiente encuentro importante tuvo lugar el 3 de septiembre de 2010 cuando, bajo la mediación del actual presidente estadounidense, el demócrata Barack Obama, comenzaron de nuevo negociaciones directas.
Estas negociaciones, sin embargo, también terminaron en fracaso una vez que Israel decidiera continuar con la construcción de las colonias en territorio palestino al concluir una moratoria parcial de diez meses. La histórica visita a Israel y Palestina en marzo de 2013 de Barack Obama, la primera desde su acceso al cargo, preparó el terreno para que el 19 de julio de este año el secretario de Estado, John Kerry, anunciara un acuerdo para reanudar las conversaciones de paz.