Al triste, no le preguntes la historia
de su desgracia…Mejor dile que en ti tiene un amigo.
el origen de su llanto…
Mejor dile que tú tienes un hombro,
no le analices por qué no ha llegado
nunca a ninguna parte…
Mejor dile que tú tienes una luz, un consejo,
y un bastón por si llegara a necesitarlos.
no le preguntes por qué es un descreído…
Mejor enséñale a Dios,
y mételo en el secreto de tu oración.
no les preguntes qué causa su confusión…
Mejor enséñales el rastro sosegado de la fe,
y el fluir constante de tu serenidad.
no le preguntes por qué le pesa tanto…
Mejor ponlo en posición de que Dios se irradie
sobre él… y poco a poco le irá llegando Su luz.
no le andes por las normas, las deducciones
y los raciocinios…
Mejor dale la mano, y dile: “¡Voy contigo!”
Mejor demuéstrales que siempre hay un sueño
más asombroso que su mala suerte.