Paul Craig Roberts comenta que las aspiraciones de Washington de lograr la hegemonía mundial mantienen a EE.UU. en estado de guerra desde hace más de una década y pueden acabar con la existencia de la mayoría de países, incluso de sus aliados.
Washington ha tenido a EE.UU. en guerra durante 12 años: Afganistán, Irak, Somalia, Libia, Pakistán, Yemen, Siria (donde todavía no se ha desatado el conflicto pero podría hacerlo), e Irán esperando entre bastidores, cuenta en un artículo Paul Craig Roberts, republicano y exasesor económico del Gobierno de Reagan. Estas guerras han sido costosas en términos de dinero, prestigio y bajas tanto de soldados estadounidenses como entre las poblaciones civiles atacadas.
El articulista cree que ninguno de estos enfrentamientos parece tener ninguna razón de peso o explicación justificable. Sin embargo, han sido importantes para los beneficios del complejo militar y de seguridad de Washington. También han ayudado a Israel, eliminando los obstáculos para la anexión de Cisjordania y la ocupación del sur del Líbano.
No obstante, por muy costosas y destructivas que fueran esas guerras, no pueden compararse con el nivel de gastos y el devastador efecto de la guerra mundial, sobre todo con armas nucleares, a la que está empujando a los Gobiernos marioneta de la OTAN y a los Estados asiáticos la Casa Blanca, llevada por sus aspiraciones de lograr la hegemonía mundial, según Paul Craig Roberts. Este conflicto fatal para la humanidad sería la guerra con Rusia y China.
Hay una serie de factores que contribuyen a la llegada a este punto final, el principal de los cuales es la doctrina del excepcionalismo norteamericano. De acuerdo con esta doctrina farisaica, EE.UU. es un país indispensable: ha sido elegido por la historia para establecer la hegemonía del "capitalismo democrático" en todo el mundo. La primacía de este objetivo hace que el Gobierno norteamericano actúe por encima de la moral tradicional y por encima de toda la ley, tanto la suya propia como la internacional, manifiesta el columnista.
Por lo tanto, nadie en el Gobierno de EE.UU. ha rendido cuentas por la agresión no provocada a otros países, por atacar a la población civil, por los crímenes de guerra sin ambigüedades para el derecho internacional, cree Paul Craig Roberts. La ausencia de denuncia moral envalentona a Washington, que ahora está ejerciendo una fuerte presión contra Rusia y China, cuyos actuales Gobiernos se interponen en el camino de la hegemonía mundial de la Casa Blanca.
Washington contra Rusia
El economista recuerda que Washington lleva 22 años trabajando contra Rusia, desde el colapso de la Unión Soviética. En violación del acuerdo Reagan-Gorbachov (celebrado con el fin de destruir las armas nucleares) Washington extendió la OTAN a Europa del Este y los países bálticos y estableció bases militares en las fronteras de Rusia. La Casa Blanca también está tratando de extender la OTAN a países que antiguamente formaron parte de la Unión Soviética, como Georgia y Ucrania.
La única razón de Washington para establecer bases militares y de misiles en las fronteras de Rusia es negar la capacidad de este país para resistir a la hegemonía norteamericana. Rusia no ha hecho gestos amenazantes hacia sus vecinos, y con la única excepción de la respuesta a la invasión de Osetia del Sur por parte de Georgia, ha sido bastante pasiva frente a las provocaciones de EE.UU. Sin embargo, últimamente la situación está cambiando, opina el político.
Washington contra China
Craig Roberts señala que el régimen de Obama ha convertido en un enemigo a China declarando que el mar de la China Meridional es un espacio de "interés para la seguridad nacional de EE.UU.". Eso es como si China hubiera declarando el golfo de México área de interés para la seguridad nacional china, compara el republicano. Para dejar claro que las pretensiones sobre el mar de la China Meridional no eran retóricas, el régimen de Obama anunció su nueva estrategia, denominada inicialmente 'pivote asiático' y posteriormente 'reequilibrio', y que aboga por la redistribución del 60% de la flota de EE.UU. a la zona de influencia de China.
Actualmente Washington está ocupado en el establecimiento de bases navales y aéreas en las Filipinas, Corea del Sur, Vietnam, Australia y Tailandia. La Casa Blanca ha aumentado la provocación alineándose con los vecinos de China, que discuten las reivindicaciones de Pekín sobre varias islas y el espacio aéreo.
China no se dejó intimidar: el mes pasado, el Gobierno de Pekín anunció que posee armas nucleares suficientes para borrar a EE.UU. de la faz de la Tierra. Hace poco, China acosó agresivamente un crucero de misiles de EE.UU. en el mar de la China Meridional, declara el columnista.
Parece que los ciudadanos estadounidenses tienen muy poca o ninguna influencia en su Gobierno. Por otra parte, no existe una oposición organizada detrás de la cual los norteamericanos puedan agruparse para detener el camino de Washington hacia la guerra mundial, afirma Craig Roberts. La esperanza, si hay alguna, parece que está en manos de los títeres europeos y asiáticos de Washington, sugiere el político.
Por ejemplo, Alemania sola podría salvar al mundo de la guerra sirviendo, a la vez, a sus propios intereses: únicamente tiene que salir de la UE y la OTAN. La alianza se vendría abajo, y su caída pondría fin a la ambición hegemónica de Washington, concluye el analista.
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