He querido mucho escribirles acerca de la salvación que compartimos, pero ahora siento la necesidad de escribirles sobre otro asunto: les ruego que sigan luchando por la fe que Dios una vez y para siempre le dio a su pueblo santo.
Pues hay unos que se han metido secretamente entre ustedes; de ellos ya se ha dicho en las Escrituras que van a ser condenados.
Están en contra de Dios, toman el generoso amor de Dios como excusa para justificar su conducta inmoral y niegan a Jesucristo, nuestro único Señor y Dueño.
Quiero recordarles algo que ustedes ya saben: que el Señor salvó a su pueblo de Egipto pero luego destruyó a los que no creyeron. Acuérdense también de los ángeles que no conservaron su posición de autoridad sino que abandonaron su propio lugar. Dios los mantiene en la oscuridad, atados eternamente con cadenas, esperando el gran día del juicio. Recuerden también a Sodoma y Gomorra y a las ciudades cercanas. Dios las condenó al fuego eterno porque cometieron inmoralidades y perversiones sexuales. Son como los ángeles antes mencionados, su castigo nos sirve de advertencia.
No obstante, esos individuos también contaminan su cuerpo, viven soñando, no aceptan la autoridad de Dios e insultan a los seres espirituales superiores. Ni siquiera el arcángel Miguel cuando estaba discutiendo con el diablo sobre el cuerpo de Moisés se atrevió a maldecir al diablo, sino que le dijo: ¡Que el Señor te reprenda! Pero esos critican lo que no entienden, y lo poco que entienden lo usan para destruirse, como si fueran animales que actúan por instinto. ¡Pobre gente! Se fueron por el mismo camino de Caín. Por conseguir dinero se van por el camino equivocado como Balán, hablan contra la autoridad y son destruidos como le pasó a Coré. Esos individuos son un peligro para ustedes en sus reuniones fraternales. Sólo vienen a comer y a divertirse sin tener ningún respeto a Dios. Son como pastores que buscan su propio beneficio, como nubes sin agua que arrastra el viento y como árboles que ya deberían dar fruto pero no lo dan. Están completamente muertos, así que serán arrancados de raíz. Así como todos pueden ver la espuma sucia de las fuertes olas del mar, todos pueden ver las cosas vergonzosas que ellos hacen. Su destino es igual al de una estrella fugaz que pasa por el cielo y desaparece en la más negra oscuridad. Enoc, que fue el séptimo descendiente desde Adán, dijo sobre esta gente: ¡Miren! el Señor va a venir con miles y miles de sus santos ángeles para juzgar y castigar a cada uno por la maldad que haya hecho y por todo lo malo que haya dicho en contra de Dios. Esta gente se la pasa quejándose y buscando faltas en los demás, pero ellos siempre hacen el mal que les da la gana. Se enorgullecen de sí mismos y adulan a los demás sólo para aprovecharse de ellos.