El sarín, es un poderoso gas neurotóxico descubierto en vísperas de la Segunda Guerra Mundial en Alemania y utilizado en el subterráneo de Tokio en 1995.
Además de su inhalación, el simple contacto con la piel de este gas organofosforado bloquea la transmisión del influjo nervioso y conduce a la muerte por paro cardiorespiratorio. La dosis letal para un adulto es de medio miligramo. Es inodoro e invisible.
Un violento dolor de cabeza y la dilatación de las pupilas son los primeros efectos de este gas. Convulsiones y paros respiratorios preceden luego al coma y a la muerte.
El sarín puede ser utilizado en aerosol, pero también puede servir para envenenar el agua y los alimentos, según el Center for Disease and Control Prevention (CDC) de la ciudad de Atlanta.
Vestimentas que hayan estado en contacto con vapores de sarín en forma continua pueden contaminar a otras personas hasta media hora después de la exposición, señala el CDC, según el cual existen antídotos.