Ya hemos demostrado que tanto los judíos como los gentiles están bajo el pecado. Así está escrito: No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios.
Todos se han descarriado, a una se han corrompido.
No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!
Su garganta es un sepulcro abierto; con su lengua profieren engaños.
¡Veneno de víbora hay en sus labios!
Llena está su boca de maldiciones y de amargura.
Veloces son sus pies para ir a derramar sangre; dejan ruina y miseria en sus caminos, y no conocen la senda de la paz.
No hay temor de Dios delante de sus ojos.
Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a quienes están sujetos a ella, para que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios. Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado.