Los Protocolos de Los Sabios Ancianos de Zion - Protocolo 15

Golpe de estado mundial en un solo día.- Las sentencias de muerte.- La futura suerte de los Francmasones.- Carácter místico del poder.-Multiplicación de las logias masónicas.- El gobierno central de los sabios.- Al asunto Azeff.- La Francmasonería, guía de todas las sociedades secretas.- Importancia del éxito público.- El colectivismo.- Las víctimas.- Sentencias de muerte de los Francmasones.- Desprestigio de las leyes y de la autoridad.- La predestinación.- Brevedad y claridad de las leyes del futuro reino.- Obediencia a la autoridad.- Medidas contra el abuso del poder.- Crueldad en los castigos.- Límite de edad para los jueces.- El liberalismo de los jueces y del poder.- El dinero del mundo.- Absolutismo de la Masonería.- Derecho de Casación.- Aspecto patriarcal del futuro gobierno.-Deificación del mismo.- El derecho del más fuerte, derecho único. - El rey de Israel, patriarca del Mundo.

Cuando al fin comencemos a reinar con la ayuda de golpes de estado preparados en todas partes para el mismo día, después de la confesión definitiva de la nulidad de todos los gobiernos existentes (y para que esto llegue pasará todavía algún tiempo, tal vez un siglo), impediremos que se conspire contra nosotros. Para ello condenaremos a muerte a todos aquellos que acojan nuestro advenimiento al poder con las armas en la mano.

Toda creación de una nueva sociedad secreta, sea la que fuere, será castigada con la pena de muerte. Las que existen ahora y que nos son conocidas, quedarán igualmente abolidas, no obstante que nos han servido y tienen aún que servirnos, y serán desterradas a los continentes más lejanos de Europa. Esta es la conducta que habremos de seguir con los Francmasones Gentiles que saben demasiado; a los que perdonemos por cualquier razón, los mantendremos bajo un perpetuo terror del destierro.

Promulgaremos una ley, según la cual, todos los antiguos miembros de sociedades secretas deberán abandonar a Europa, centro de nuestro gobierno. Las resoluciones de nuestro gobierno serán definitivas y sin que quepa apelación contra ellas. En las sociedades cristianas en las que hemos sembrado tan profundas raíces de discusiones y protestas, no se puede restablecer el orden, sino por medidas muy severas y que manifiesten un poder inflexible; es inútil tomar en cuenta el número de víctimas que caigan en vista del bien que de tales castigos ha de resultar.

El deber de todo gobierno que tiene conciencia de su personalidad y de su ser es no solamente gozar de los privilegios, sino cumplir los deberes que como gobierno tiene y procurar el bien común, aunque sea a costa de enormes sacrificios. Para que un gobierno sea verdaderamente fuerte, inconmovible, es necesario que haga brillar el prestigio de su poder, lo que no se obtiene sino por la inflexibilidad majestuosa de su fuerza, que ha de llevar consigo las señales de la inviolabilidad mística de la elección divina.

Tal era hasta hace poco tiempo la autocracia rusa, que constituía nuestro único enemigo serio en el mundo con el Pontificado de la Iglesia Católica. Recordad el ejemplo de Italia inundada de sangre, que no tocó, sin embargo, un solo cabello de la cabeza de Sila que tanta de esa sangre había derramado. Sila, a los ojos del pueblo, era como un Dios por su poder; y, a su audaz regreso a Italia, ese pueblo martirizado por él, lo deificó, lo hizo intocable... Así el pueblo no se atreve a tocar a quien ha sabido hipnotizarlo por su valor y su fuerza de voluntad.

Mientras llega el tiempo de nuestra dominación, crearemos y multiplicaremos las logias masónicas en todos los países del mundo, atraeremos a ellas a todos los que son y pueden ser agentes aptos. Estas logias formarán nuestro principal centro de enseñanzas y el medio mejor de nuestra influencia y difusión de nuestras actividades. Concentraremos todas esas logias en un gobierno solamente conocido por nuestros sabios. Las logias tendrán su representante, detrás del cual quedará oculto el gobierno de que hablamos, y ese representante será el que dé la palabra de orden y el programa. Formaremos en esas logias el núcleo de todos los elementos revolucionarios y liberales.

En su composición caben como elementos todas las clases sociales. Los proyectos políticos más secretos nos serán conocidos y caerán bajo nuestra dirección aun antes que aparezcan. En el número de miembros de esas logias estarán casi todos los agentes de policía nacional e internacional (como sucedió en el asunto Azeff), pues sus servicios son insustituibles para nosotros; la policía puede no solamente tomar providencias contra los recalcitrantes, sino también encubrir y solapar nuestros actos, crear pretextos de descontento, etc.. Los que ingresan en las sociedades secretas, de ordinario son los ambiciosos, los aventureros, y en general, hombres ligeros en su mayor parte, con los cuales no tendremos dificultad para ponernos de acuerdo para la realización de nuestros proyectos.

Si se producen desórdenes, esto será indicio de que tenemos necesidad de provocarlos para destruir una solidaridad excesiva. Si surge algún complot en su seno, al que hay que señalar como verdadero autor no hay que ir a buscarlo sino entre nuestros más fieles servidores. Es natural que sea alguno de nosotros, pues nadie más que nosotros manejamos los asuntos de la masonería, porque sabemos a dónde vamos, conocemos el objetivo final de toda acción, mientras que los Gentiles nada saben, ni aun del resultado inmediato; ordinariamente se contentan con un éxito momentáneo de amor propio en la ejecución de sus planes, sin fijarse siquiera en que esos planes no se deben a su iniciativa, sino que les fueron sugeridos por nosotros.

Los Gentiles entran en las logias por curiosidad, o si no, con la esperanza de que ello les sirva para poder obtener un puesto en el banquete del presupuesto público; algunos, para tener oportunidad de poder expresar públicamente sus sueños irrealizables que no pasan de desvaríos; están sedientos de la emoción que produce el éxito, y acarrean los aplausos, cosas de que nunca nos mostramos parcos ni avaros. También les proporcionamos éxitos, para aprovecharnos de la satisfacción que sienten de sí mismos, la que a la vez nos proporciona la facilidad de que estos hombres acepten nuestras sugestiones sin recelo ni precaución alguna y enteramente convencidos de que expresan sus propias ideas y de que son incapaces de apropiarse las de otros...

No podéis imaginaros cómo se puede llevar a los Gentiles más inteligentes hasta la más inconsciente simplicidad a condición de dejarlos satisfechos de sí mismos y al mismo tiempo, cuan fácil es desanimarlos con el más insignificante fracaso, aunque no sea sino negándoles el aplauso, y lo fácil que es someterlos a la más servil obediencia a fin de obtener un nuevo éxito...

Mientras los nuestros tienen en poco el éxito con tal que logren realizar sus designios, los Gentiles están prontos a sacrificar todos sus proyectos a cambio de un éxito ruidoso. Esta psicología nos facilita notablemente el trabajo de dirigirlos. Tigres en apariencia, tienen almas de cordero y sus cabezas están completamente vacías.

Les hemos dado como distintivo bufonesco el sueño o desvarío de la absorción de la individualidad humana por la unidad simbólica del colectivismo; y ellos no han comprendido, ni comprenderán en mucho tiempo, que esta bufonada es una violación evidente de la más importante de las leyes de la naturaleza, que creó después del primer día de la creación, cada ser distinto de los demás, precisamente para que su distinción afirmara su individualidad.

El que nosotros hayamos podido inducirlos a aceptar ciegamente esta necedad ¿no prueba con evidencia palpable hasta qué punto su inteligencia es inferior a la nuestra? Esta circunstancia es la principal garantía de nuestros éxitos. ¡Con qué claridad vieron las cosas nuestros sabios al decir que para llegar a nuestro fin no debíamos detenernos ante los medios ni contar el número de víctimas sacrificadas!

¡NOSOTROS NO HEMOS CONTADO A LOS IMBÉCILES GENTILES Y AUNQUE HAYAMOS SACRIFICADO A MUCHOS DE LOS NUESTROS, HEMOS DADO SOBRE ESTA TIERRA A NUESTRO PUEBLO UN PODER QUE JAMÁS SE HABRÍA ATREVIDO A SOÑAR!

Las víctimas, relativamente pocas de los nuestros, lo han salvado de su ruina. La muerte es el fin inevitable de todos. Mejor es acelerar el fin de aquellos que ponen obstáculos a nuestra obra, que no el de nosotros que somos los que a esa obra hemos dado el ser.

A los Francmasones les damos muerte de manera que nadie, excepto sus hermanos, ni aun las mismas víctimas, pueden sospechar de su condenación; todos mueren, cuando es necesario, como de una enfermedad natural... Sabiendo esto, ni la hermandad misma se atreve a protestar. Estas medidas han desterrado y extirpado de la masonería todo germen de protesta.

A pesar de que a los Gentiles predicamos el liberalismo, a nuestro pueblo y a nuestros agentes los tenemos bajo una obediencia absoluta. Gracias a nuestra influencia, la ejecución de las leyes de los Gentiles ha quedado reducida al mínimum. El prestigio de la ley está minado por las interpretaciones liberales que nosotros hemos introducido. En las causas y cuestiones políticas v de principios, los tribunales deciden como nosotros les ordenamos; ven las cosas a la luz que nosotros les presentamos. Para todo esto nos servimos, como intermediarios, de personas con las que nadie cree que tenemos nada de común; nos servimos de la opinión, de la prensa y de otros medios.

Los senadores mismos y la administración superior aceptan ciegamente nuestros consejos. La inteligencia netamente animal de los Gentiles es incapaz de análisis y observación, y más todavía, de prever hasta dónde puede llegar una cierta manera de presentar las cuestiones. En esta diferencia de aptitudes que hay entre nosotros y los Gentiles para pensar, se puede ver claramente el sello de nuestra elección y la marca de nuestra humanidad.

La inteligencia de los Gentiles es instintiva, animal. Ellos ven, mas no prevén ni inventan (excepto cosas materiales). Por aquí se ve claramente que la naturaleza misma nos tiene destinados a dirigir y gobernar el mundo. Llegado el tiempo que gobernemos abiertamente y que mostremos al pueblo los beneficios de nuestro gobierno, compraremos todas las legislaciones: nuestras leyes serán breves, claras, sólidas, sin comentarios y tales que todos las pueden conocer. La nota sobresaliente de ellas será la obediencia a las autoridades llevada a un grado sumo.

Entonces desaparecerán todos los abusos como consecuencia de la responsabilidad de todos, hasta el último, ante la autoridad superior del representante del poder. Los abusos de autoridad de los funcionarios inferiores serán castigados con tal severidad, que a nadie le quedarán deseos de ensayar sus propias fuerzas.

Seguiremos con ojo vigilante cada acto de la administración de que depende el mecanismo de la máquina de gobierno, pues el libertinaje en el gobierno produce el libertinaje en todas las clases. Todo caso de ilegalidad y todo abuso será castigado de manera ejemplar. El encubrimiento, la complicidad solidaria entre los funcionarios, desaparecerán con los primeros ejemplos de un castigo riguroso.

El prestigio de nuestro gobierno exige castigos eficaces, es decir, crueles, por la menor infracción de las leyes, pues toda infracción es un atentado al alto prestigio de la autoridad. El que resulte condenado será indefectiblemente castigado por su delito; será como el soldado caído en el campo de batalla gubernativo, por la autoridad, los principios y las leyes que no toleran que los intereses privados especulen con los cargos públicos, ni aun tratándose de los que guían el carro de la Sociedad.

Nuestros jueces sabrán que si buscan el elogio de una imprudente blandura, violan la ley de la Justicia que ha sido instituida para ordenar a los hombres por medio del castigo de los delitos, y no para que el juez haga ostentación de la bondad de su alma.

Es permitido hacer esas manifestaciones de bondad y de estas cualidades en la vida privada, pero no en el campo de la vida pública, que es como la base y fundamento de la educación de la vida humana. Nuestro personal judicial no prestará servicios pasados los cincuenta años de edad, pues los ancianos son más obstinados en sostener sus opiniones preconcebidas y están menos dispuestos a obedecer las nuevas ordenanzas, y en segundo lugar, porque esto nos permitirá más fácilmente renovar el personal, que así nos será más sumiso: quien quiera conservar su empleo, deberá obedecer ciegamente para merecer este favor.

Generalmente, nuestros jueces serán escogidos exclusivamente por nosotros entre aquellos que comprendan que su papel es el de castigar y aplicar leyes; no el de hacer ostentación de liberalismo con detrimento del Estado, como lo hacen al presente los Gentiles. Los cambios de personal servirán también para afirmar la solidaridad de los colegas y los tendrán a todos más estrechamente ligados a los intereses del gobierno del que depende su suerte. La nueva generación de jueces será educada de tal manera que considerará inadmisibles los abusos que puedan atacar el orden establecido en las relaciones de nuestros súbditos entre sí.

Hoy, los jueces Gentiles, no teniendo una idea exacta de su deber, se manifiestan indulgentes con todos los crímenes, porque los actuales gobernantes, al nombrar para este cargo a los jueces, no tienen cuidado de inspirarles el sentimiento de ese deber y la conciencia de la labor que su cargo exige.

Así como los animales hacen salir a su prole en busca de la presa, los Gentiles confían a sus súbditos estos puestos proporcionándoles una buena renta, sin preocuparse de hacerles comprender el fin para que tales cargos han sido establecidos. Por eso los gobiernos se destruyen a sí mismos con sus propias fuerzas y con los actos de su administración. Saquemos, pues, del resultado ya conocido de estos actos una lección más para nuestro gobierno.

Desterraremos el liberalismo de todos los cargos importantes de nuestra administración; de esto dependerá la educación de nuestros subordinados con relación al orden social. A esos cargos serán admitidos solamente los que hayan sido educados para ellos por nosotros. Se nos podrá objetar que el retiro de los funcionarios ocasionará fuertes gastos al Erario. Respondemos desde luego que previamente se les proporcionará un empleo particular para compensarlos del que se les quita en la administración pública; y en segundo lugar, que estando en manos de nuestro gobierno todo el dinero del mundo, éste no teme los gastos excesivos.

Nuestro absolutismo será consecuente en todo. Por esta razón nuestra poderosa voluntad será respetada y ejecutada sin objeción alguna siempre que ordenemos. No tendrá ella en cuenta murmuraciones ni descontentos; cualquier rebeldía será reprimida con castigos ejemplares. El derecho de casación quedará abolido, sin que nadie, sino nosotros, los gobernantes, pueda recurrir a él, porque no debemos permitir que nazca en el pueblo la idea de que haya podido dictarse una sentencia injusta por jueces que han sido nombrados por nosotros. Si algo de esto llegase alguna vez a suceder, nosotros mismos casaremos la sentencia; pero aplicando al mismo tiempo al juez un castigo tan ejemplar, por no haber sabido comprender su deber y su cargo, que semejantes casos no se repetirán.

Una vez más insisto en que nosotros tendremos conocimiento de todos los pasos de nuestra administración, que basta vigilar para que el pueblo esté contento de nosotros, porque hay derecho de exigir a un buen gobierno buenos funcionarios. Nuestro gobierno tendrá, por su parte, cierta semejanza con una tutela patriarcal o paternal. Nuestro pueblo y nuestros súbditos verán en él un padre que conoce a fondo todas las necesidades, todos los actos, todas las relaciones de sus súbditos entre sí y con el gobierno.

Con esto, los súbditos se penetrarán de tal manera del pensamiento de que es imposible evadir esta tutela y dirección, si quieren gozar de paz y de tranquilidad, que reconocerán la autocracia de nuestro gobierno con un respeto que toque en adoración, principalmente cuando se convenzan de que nuestros funcionarios no deben al pueblo el cargo que desempeñan y en desempeñarlo no hacen más que cumplir ciegamente las leyes.

Quedarán contentos nuestros súbditos de que hayamos reglamentado todo en su vida social, como lo hacen los padres prudentes que quieren educar a sus hijos en el sentimiento del deber y de la obediencia. Pues, los pueblos con relación a nuestra política, y sus secretos, son hijos menores eternamente, como ahora lo son los actuales gobiernos.

Como veis, yo establezco como base de nuestro despotismo el derecho y el deber: el derecho de exigir el cumplimiento del deber, es el primer deber de un gobierno, que es un padre para sus súbditos. El tiene el derecho del más fuerte, y debe usar de él para dirigir a la humanidad hacia el orden establecido por la naturaleza, hacia la obediencia. En el mundo todo obedece, excepto el hombre, a lo menos a las circunstancias, o a su propia naturaleza, o al más fuerte en todo caso.

Seamos, pues, EL MAS FUERTE en atención al bien.

Debemos saber sacrificar sin vacilaciones a los individuos aislados, violadores del orden establecido, porque hay una gran fuerza educadora en el castigo ejemplar del mal. Si el rey de Israel pone sobre su frente la corona que le ofrecerá Europa, él será el patriarca del mundo. Las víctimas necesariamente sacrificadas por él para que pudiera llegar a este trono, no igualarán jamás en número, a los sacrificados durante tantos siglos de locura y de grandezas por la rivalidad de los príncipes y gobiernos Gentiles.

Nuestro rey estará en contacto constante con el pueblo; le dirigirá la palabra desde la tribuna, y la ya citada oficina central de noticias difundirá simultáneamente su palabra por todo el mundo.
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